miércoles, 6 de julio de 2016

INAUGURAMOS EL FESTIVAL 2016 INSPIRADOS POR LA DANZA

Queridos amigos del Festival de Medinaceli, como cada año queremos a través de nuestro blog iros dando información acerca de los distintos programas que podréis ir disfrutando en nuestra décima edición. Para el concierto de inauguración los pianistas madrileños Miguel González y Rubén Yessayan nos traen un programa inspirado en los legendarios Ballets Rusos de Diaguilev que removieron los cimientos del mundo clásico a comienzos del s. XX. Para ello han escogido una de sus obras más representativas, “La Consagración de la Primavera” de Igor Stravinsky, en una versión a cuatro manos arreglada por el propio compositor. Tambien se mostrarán escenas de Ballet de Aram Khachaturian que representa el tipo de influencia que tuvieron estos ballets en la música y danza de generaciones posteriores. El sábado 9 de Julio a las 20 horas podréis disfrutar de este maravilloso programa.

Los “Ballets Russes” fue una célebre compañía de ballet creada en 1907 por el empresario ruso Sergei Diaghilev, con los mejores integrantes del Ballet Imperial del Teatro Mariinsky de San Petersburgo, dirigidos por el gran coreógrafo Marius Petipa. Desde 1909, la compañía comienza sus giras internacionales y en 1911 se independiza de los Ballets Imperiales. Se convierte en una compañía independiente, residente primero en el Théâtre Mogador de París y luego en Monte Carlo, París y Londres.
Causó sensación en Europa Occidental gracias a la gran vitalidad de la escuela rusa comparada con el ballet que se hacía en Francia en aquella época. Se convirtió en la compañía de ballet más influyente del siglo XX, que de una u otra manera, perdura hasta el día de hoy

Diaghilev, a pesar de no ser pintor, ni músico, ni escritor, se vio llevado a dirigir aquel cenáculo de artistas. Al raro don de saber descubrir el talento de los otros unía una sed apasionada de conocimientos, una singular tenacidad y una potencia animadora de primer orden. Secundando las tendencias de los amigos artistas, volvió su atención hacia la música y los decorados que, considerados hasta entonces elementos secundarios, saltaron a primer plano colaborando a la par con la coreografía. Ya no se trató de baile acompañado de música, o de música interpretada por la danza, sino de una forma nueva en la cual «la plástica del gesto y la rítmica del sonido eran como generadas la una por la otra» (Champigneulle). En una palabra: la historia del Ballet Ruso que durante veinte años dominó los escenarios de todos los teatros del mundo, no sólo es la historia del ballet en aquel periodo sino la historia de todo un movimiento estético.
Fue escrito para la temporada 1913 en París de la compañía Ballets Rusos de Serguéi Diáguilev; la coreografía original fue creada por Vaslav Nijinsky, con escenografía y vestuario de Nicholas Roerich. Cuando fue estrenado, en el Teatro de los Campos Elíseos el 29 de mayo de 1913, supuso un estrepitoso fracaso: el público comenzó a abuchear la obra cuando ésta aún no había finalizado. La crítica por su parte estaba dividida entre los maravillados modernistas franceses, y los reaccionarios autores románticos y post-románticos, que la consideraron como una sucesión estruendosa e incomprensible de sonidos y ruidos. Aunque se diseñó como una obra para el escenario, con pasajes específicos acompañando los personajes y la acción, la música alcanzó igual o incluso mayor reconocimiento como una pieza de concierto, y es ampliamente considerada como una de las obras musicales más influyentes del siglo XX. El concepto detrás de La consagración de la primavera, desarrollado por Roerich desde la idea de esquema de Stravinsky, es sugerido por su subtítulo, «Imágenes de la Rusia pagana en dos partes»; en el escenario, después de varios rituales primitivos que celebran la llegada de la primavera, una joven es elegida como víctima sacrificial y baila hasta morir. La partitura de Stravinsky contiene muchas características novedosas para la época, incluyendo experimentos en la tonalidad, métrica, armonía, ritmo y forma. Los analistas han notado en la partitura una base significativa en la música folclórica rusa, una relación que Stravinsky tendía a negar. La música ha influenciado a muchos de los principales compositores del siglo XX, y es una de las obras más grabadas en el repertorio clásico. A diferencia de los ballets anteriores, obras más «rusas» y menos «rupturistas», Stravinski se atrevió, en esta obra, a innovar más de cuanto la corriente modernista francesa (una de las vanguardias en aquel momento) se había atrevido a hacer.



Aram Khachaturian está reconocido probablemente como el mejor compositor armenio de la historia, además de ser el más internacional. Nació en la ciudad georgiana de Tbilisi, en la cual se daba un fenomenal crisol de etnias y culturas, que a buen seguro influyeron en su carácter multicultural. Su música está llena de elementos populares no sólo armenios sino que bebe del manantial de culturas que se daban tanto en el caúcaso como en el resto de la Unión Soviética. Estos elementos no son lo fundamental de su música a mi entender sino que complementan su faceta de gran compositor clásico, heredero de la mejor tradición rusa, a la vez que exploraba las vanguardias modernistas de la época. Su importancia radica, como en tantos otros compositores europeos que usaban elementos folklóricos de sus respectivos países, en que al usar melodías y ritmos locales en una música de tradición clásica, consiguió arrojar luz sobre éstas culturas oscurecidas por la guerra, la pobreza y el aislamiento, y las convierte en culturas universales. Sus orquestaciones colorísticas y brillantes y sus encantadoras melodías, unidas a una imaginación peculiar y un sentido un tanto primitivista del ritmo le convierten en una de las máximas referencias no sólo de la música armenia, sino de toda la música tonal del s. XX.

En el Adagio del ballet Espartaco podemos ver a Frigia en un bosque, gozando de su reciente libertad (de ahí los trinos de los pájaros del principio de la obra) tras haber sufrido las peores desdichas en su cautiverio y su peor castigo: la separación de Espartaco. En cierto momento, se encuentra con su amado Espartaco y ambos se funden en una bella danza en la que disfrutan de su amor en libertad; a pesar de prometerse amor y felicidad eternas, pronto la dicha acabará, ya que las tropas de Craso se acercan prestas a presentar batalla a los rebeldes (oígase la trompetería y los tambores de casi el final del número). La escena finaliza con un emotivo abrazo de los amantes que, justo después, se ve interrumpido por el estrépito de las primeras escaramuzas de los romanos. Este fragmento se podría, por lo tanto, considerar un canto a la libertad.

El guión del ballet Spartacus, está basado en la novela de Raffaello Giovagnoli homónima, en la cual también se inspiró Stanley Kubrick para filmar su famosísima película "Espartaco" en 1960.


Gayané es un ballet en cuatro actos. Originalmente fue compuesto en 1941-1942 con libreto de Konstantin Derzhavin y con coreografía de Nina Aleksandrovna Anisimova (esposa de Derzhavin).
El Gayané original de Khachaturian era la historia de una joven mujer armenia cuyas convicciones patrióticas entran en conflicto con sus sentimientos personales al descubrir la traición de su marido. En años posteriores la trama fue modificada varias veces, haciendo más hincapié en la parte más romántica y emocional de la historia, que en las obvias connotaciones nacionalistas y comunistas que los compositores soviéticos se veían obligados a transmitir. La composición, a pesar de las debilidades del libreto, expresa el triunfo del baile y sus muchas posibilidades.

Los elementos fundamentales de amor interétnico, así como los conceptos de traición y amistad interactúan en el entorno del paisaje armenio. El personaje central es una joven llamada Gayané, que trabaja en un kolkhoz (granja colectiva) en una zona montañosa cerca de la frontera nacional.

Algunas de estas piezas figuran en el último trabajo discográfico de Rubén Yessayan, "The Eternal Song", que estará a la venta tras el concierto y tendrán la posibilidad de conseguirlo firmado por el artista.

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