Queridos
amigos del Festival de Medinaceli, como cada año queremos a través de nuestro
blog iros dando información acerca de los distintos programas que podréis ir
disfrutando en nuestra décima edición. Para el concierto de inauguración los
pianistas madrileños Miguel González y Rubén Yessayan nos traen un programa
inspirado en los legendarios Ballets Rusos de Diaguilev que removieron los
cimientos del mundo clásico a comienzos del s. XX. Para ello han escogido una
de sus obras más representativas, “La Consagración de la Primavera” de Igor
Stravinsky, en una versión a cuatro manos arreglada por el propio compositor.
Tambien se mostrarán escenas de Ballet de Aram Khachaturian que representa el
tipo de influencia que tuvieron estos ballets en la música y danza de
generaciones posteriores. El sábado 9 de Julio a las 20 horas podréis disfrutar
de este maravilloso programa.
Los
“Ballets Russes” fue una célebre compañía de ballet creada en 1907 por el
empresario ruso Sergei Diaghilev, con los mejores integrantes del Ballet
Imperial del Teatro Mariinsky de San Petersburgo, dirigidos por el gran
coreógrafo Marius Petipa. Desde 1909, la compañía comienza sus giras
internacionales y en 1911 se independiza de los Ballets Imperiales. Se
convierte en una compañía independiente, residente primero en el Théâtre
Mogador de París y luego en Monte Carlo, París y Londres.
Causó
sensación en Europa Occidental gracias a la gran vitalidad de la escuela rusa
comparada con el ballet que se hacía en Francia en aquella época. Se convirtió
en la compañía de ballet más influyente del siglo XX, que de una u otra manera,
perdura hasta el día de hoy
Diaghilev, a pesar de no ser pintor, ni músico, ni escritor,
se vio llevado a dirigir aquel cenáculo de artistas. Al raro don de saber
descubrir el talento de los otros unía una sed apasionada de conocimientos, una
singular tenacidad y una potencia animadora de primer orden. Secundando las
tendencias de los amigos artistas, volvió su atención hacia la música y los
decorados que, considerados hasta entonces elementos secundarios, saltaron a
primer plano colaborando a la par con la coreografía. Ya no se trató de baile
acompañado de música, o de música interpretada por la danza, sino de una forma
nueva en la cual «la plástica del gesto y la rítmica del sonido eran como
generadas la una por la otra» (Champigneulle). En una palabra: la historia del
Ballet Ruso que durante veinte años dominó los escenarios de todos los teatros
del mundo, no sólo es la historia del ballet en aquel periodo sino la historia
de todo un movimiento estético.
Fue escrito para la temporada 1913 en París de la compañía Ballets Rusos
de Serguéi Diáguilev; la coreografía original fue
creada por Vaslav Nijinsky, con escenografía y vestuario
de Nicholas Roerich. Cuando fue estrenado, en el Teatro de los Campos Elíseos el 29 de mayo
de 1913, supuso un estrepitoso fracaso: el público comenzó a abuchear la obra
cuando ésta aún no había finalizado. La crítica por su parte estaba dividida
entre los maravillados modernistas franceses, y los reaccionarios autores
románticos y post-románticos, que la consideraron como una sucesión estruendosa
e incomprensible de sonidos y ruidos. Aunque se diseñó como una obra para el
escenario, con pasajes específicos acompañando los personajes y la acción, la
música alcanzó igual o incluso mayor reconocimiento como una pieza de
concierto, y es ampliamente considerada como una de las obras musicales más
influyentes del siglo XX. El concepto detrás de La consagración de la
primavera, desarrollado por Roerich desde la idea de esquema de Stravinsky,
es sugerido por su subtítulo, «Imágenes de la Rusia pagana en dos partes»; en
el escenario, después de varios rituales primitivos que celebran la llegada de
la primavera, una joven es elegida como víctima sacrificial y baila hasta
morir. La partitura de Stravinsky contiene muchas características novedosas
para la época, incluyendo experimentos en la tonalidad, métrica, armonía, ritmo y forma.
Los analistas han notado en la partitura una base significativa en la música
folclórica rusa, una relación que Stravinsky tendía a negar. La música ha
influenciado a muchos de los principales compositores del siglo XX, y es una de
las obras más grabadas en el repertorio clásico. A diferencia de los ballets
anteriores, obras más «rusas» y menos «rupturistas», Stravinski se atrevió, en
esta obra, a innovar más de cuanto la corriente modernista francesa (una de las
vanguardias en aquel momento) se había atrevido a hacer.
Aram Khachaturian está reconocido probablemente como el
mejor compositor armenio de la historia, además de ser el más internacional.
Nació en la ciudad georgiana de Tbilisi, en la cual se daba un fenomenal crisol
de etnias y culturas, que a buen seguro influyeron en su carácter
multicultural. Su música está llena de elementos populares no sólo armenios
sino que bebe del manantial de culturas que se daban tanto en el caúcaso como
en el resto de la Unión Soviética. Estos elementos no son lo fundamental de su
música a mi entender sino que complementan su faceta de gran compositor
clásico, heredero de la mejor tradición rusa, a la vez que exploraba las
vanguardias modernistas de la época. Su importancia radica, como en tantos
otros compositores europeos que usaban elementos folklóricos de sus respectivos
países, en que al usar melodías y ritmos locales en una música de tradición
clásica, consiguió arrojar luz sobre éstas culturas oscurecidas por la guerra,
la pobreza y el aislamiento, y las convierte en culturas universales. Sus
orquestaciones colorísticas y brillantes y sus encantadoras melodías, unidas a
una imaginación peculiar y un sentido un tanto primitivista del ritmo le
convierten en una de las máximas referencias no sólo de la música armenia, sino
de toda la música tonal del s. XX.
En el Adagio del ballet Espartaco podemos ver a Frigia en un
bosque, gozando de su reciente libertad (de ahí los trinos de los pájaros del
principio de la obra) tras haber sufrido las peores desdichas en su cautiverio
y su peor castigo: la separación de Espartaco. En cierto momento, se encuentra
con su amado Espartaco y ambos se funden en una bella danza en la que disfrutan
de su amor en libertad; a pesar de prometerse amor y felicidad eternas, pronto
la dicha acabará, ya que las tropas de Craso se acercan prestas a presentar
batalla a los rebeldes (oígase la trompetería y los tambores de casi el final
del número). La escena finaliza con un emotivo abrazo de los amantes que, justo
después, se ve interrumpido por el estrépito de las primeras escaramuzas de los
romanos. Este fragmento se podría, por lo tanto, considerar un canto a la
libertad.
El guión del ballet Spartacus, está basado en la novela de
Raffaello Giovagnoli homónima, en la cual también se inspiró Stanley Kubrick
para filmar su famosísima película "Espartaco" en 1960.
Gayané es un ballet en cuatro actos. Originalmente fue
compuesto en 1941-1942 con libreto de Konstantin Derzhavin y con coreografía de
Nina Aleksandrovna Anisimova (esposa de Derzhavin).
El Gayané original de Khachaturian era la historia de una
joven mujer armenia cuyas convicciones patrióticas entran en conflicto con sus
sentimientos personales al descubrir la traición de su marido. En años
posteriores la trama fue modificada varias veces, haciendo más hincapié en la
parte más romántica y emocional de la historia, que en las obvias connotaciones
nacionalistas y comunistas que los compositores soviéticos se veían obligados a
transmitir. La composición, a pesar de las debilidades del libreto, expresa el
triunfo del baile y sus muchas posibilidades.
Los elementos fundamentales de amor interétnico, así como
los conceptos de traición y amistad interactúan en el entorno del paisaje
armenio. El personaje central es una joven llamada Gayané, que trabaja en un
kolkhoz (granja colectiva) en una zona montañosa cerca de la frontera nacional.
Algunas de estas piezas figuran en el último trabajo discográfico de Rubén Yessayan, "The Eternal Song", que estará a la venta tras el concierto y tendrán la posibilidad de conseguirlo firmado por el artista.
Algunas de estas piezas figuran en el último trabajo discográfico de Rubén Yessayan, "The Eternal Song", que estará a la venta tras el concierto y tendrán la posibilidad de conseguirlo firmado por el artista.
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